Soñar, escribir ficciones (como leerlas, ir a verlas o creerlas) es una oblicua protesta contra le mediocridad de nuestra vida y una manera, transitoria pero efectiva, de burlarla. La ficción, cuando nos hallamos prisioneros de su sortilegio, embelesados por su engaño, nos completa, mudándonos momentáneamente en el gran malvado, el dulce santo, el transparente idiota que nuestros deseos, cobardías, curiosidades o simple espíritu de contradicción nos incitan a ser, y nos devuelve luego a nuestra condición, pero distintos, mejor informados sobre nuestros confines, más ávidos de quimera, más indóciles a la conformidad.-.-.-

lunes, 10 de mayo de 2010

Sentada en la oscuridad lo único que podía pensar era que los ángeles también mueren.
Aferrada a mis piernas que no hacían más que temblar violentamente y con mi respiración acelerada a causa del temor que me invadía, sólo pedía volverme invisible. Eché un vistazo a mi alrededor y contemplé el horror reflejado en los rostros de todos los presentes. Los extraños ruidos proseguían y a ellos se sumó el sonido de pasos acercándose con cautela a la puerta de nuestro anexo secreto.
Con el corazón en el puño, un frío escalofrío recorrió mi espalda. Tras dos años habían encontrado nuestro escondite. -¡Si todo hubiera sido diferente Kitty!- me lamentaba amargamente. Al escuchar a los intrusos intentar remover el armario que ocultaba la entrada, cerré resignada mis ojos y una lágrima se deslizó por mi mejilla. Allí fue cuando mi padre tomó con firmeza mi rostro entre sus manos y susurró: -Ana, pase lo que pase siempre estaré contigo-. En ese instante la puerta finalmente se abrió y dejé mi destino librado al azar.


(Fragmento de lo que podría haber sido la última página del diario de Ana Frank)

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